¿QUIÉN TEME AL LOBO FEROZ?

La corta historia que a continuación te voy a narrar se publicó hace unos años en la ya extinta revista digital Piso 13. Tuvo muchos adeptos, y gustó bastante entre mis lectores. A raíz de ese éxito, y tras el cierre de la citada revista, decidimos incluirla en mi primer libro de cuentos cortos Visiones de Terror. (Si te interesa comprarlo o descargarlo, puedes hacerlo AQUÍ.)

Deseo que la disfrutes.


¿QUIÉN TEME AL LOBO FEROZ?


Parecíamos una nube de lluvia, todas vestidas de gris, apiñadas. El jefe de personal nos había conducido hasta allí, lo más recóndito del barco. Solamente unos pocos afortunados veían las bodegas del transatlántico, los ascensores de plataforma para cargar y descargar los palets de provisiones, las grandes consignas para transportar los objetos de valor que tenían que viajar con sus dueños por el mar Caribe...

Y allí estábamos nosotras,las camareras de piso,las limpiadoras. Confusas y asustadas, nerviosas. Nos preguntábamos qué estábamos haciendo allí.

Corrían rumores entre los oficiales,entre los pasajeros. Al principio, un par de misteriosas desapariciones. Quizá un golpe de mar envistió el barco, llevándose a los desafortunados turistas, que, hallándose borrachos en la cubierta, cayeron por la borda; y el océano los engulló, sin que nadie se percatara de lo sucedido, hasta que su familia o amigos los echaron en falta.

Sin embargo,la cosa tomó otro matiz cuando encontraron a un oficial descuartizado y a otro muy mal herido en la sala de máquinas. Antes de fallecer, el segundo joven relató cómo habían sido atacados por una enorme bestia de aspecto grotesco,mitad lobo mitad hombre.

Nunca antes había creído yo en la existencia de estos seres. Para mí, al igual seguramente que para vosotros, los licántropos eran sólo productos de las fantasías de los autores de libros de terror y los guionistas de las películas de serie B. Pero éste era real, y estaba allí, en el barco, con nosotros. Me preguntaba si el hombre lobo, durante su aspecto humano, habría ido a una agencia de viajes,comprado un billete para hacer un crucero por el Caribe, y se habría puesto una camisa con un estampado hortera de flores de hibisco,como hacían casi todos; o, simplemente, había logrado embarcar de polizonte, escondido  dentro de alguna de aquellas enormes cajas metálicas.

Mi hermana mayor, que estaba a mi lado,me cogió de la mano con fuerza. Estaba asustada,como todas. Pobrecilla, estaba tan ilusionada con aquel trabajo... Y ahora temblaba por el pánico.

-Es una forma de poder viajar sin gastar dinero.- Me dijo un día soleado, no hacía mucho tiempo. Una forma de ver algo de mundo para los que nacemos pobres. Y lo que ella no sabía era que lo único que veríamos serían retretes sucios,camas desechas y manchadas, y alrededor el eterno océano. Agua azul y salada por todas las ventanas a las que te asomaras.

Pero en fin , allí estábamos, dejándonos engañar de nuevo. Nos dijeron que nos mantendrían a salvo del hombre lobo, que nos llevarían a un lugar seguro, y mordimos el anzuelo. No, no exactamente así... Nosotras éramos el cebo.

Lo comprendimos cuando el jefe de personal salió corriendo, cerrando automáticamente la puerta tras de sí. Ésta sólo podía abrirse mediante una combinación de números, una clave secreta que nosotras desconocíamos.

Estábamos todas allí, mirándonos en silencio, cuando de repente oímos algo. Era alguien cantando. Detrás de los contenedores, sonó una voz. Era fuerte y hueca, con eco, como si la persona que la profería estuviese metida en lo más profundo de una cueva. Era el monstruo, y estaba entonando aquella cancioncilla infantil, la banda sonora de una conocida película de dibujos animados...

¿Quién teme al lobo feroz,lobo feroz?

Se me erizó todo el bello, y comencé a temblar presa del pánico. Sí, los hombres lobo podían hablar. No eran animales irracionales, después de todo. Podían elegir, y este prefería comer carne humana.

Delante de nosotras apareció aquel ser de pesadilla. No había duda, era un licántropo, mucho más horrendo que cualquiera que viera en las películas. Ningún disfraz, ningún maquillaje hubiera podido recrear a aquella criatura.

Mi hermana tiró de mí con fuerza, y comenzamos a correr como locas. Nos dirigimos hacia las consignas. Mientras, a nuestra espalda, oíamos gritos de dolor, crujir de huesos al romperse, desgarros de ropa y piel, y el ferroso hedor de la sangre derramada inundó rápidamente todo el aire.

-Entra ahí.- Me ordenó mi hermana, señalándome una consigna abierta y vacía.

-Sólo si entras tú también.

- ¿Y quién cerrará la puerta? No te pongas ahora a discutir. Hazlo.

- No puedes quedarte fuera, el hombre lobo...

- Escucha:dejaré la llave justo debajo de la puerta,escondida. El monstruo no podrá abrirla por sus garras. Cuando venga alguien a rescatarte, dile dónde está la llave para que pueda sacarte.

- ¿Y qué pasará contigo?

- No te preocupes por mí, me esconderé. Venga, entra. Ya viene.

Me acurruqué dentro de la caja, en posición fetal, y mi hermana cerró la gruesa puerta de hierro. Oí la llave cerrándola.

Pasaron horas. Hacía rato que no oía nada. Tampoco podía ver nada dentro de aquella caja fuerte. La oscuridad era total. Poco a poco me estaba quedando sin aire. Sentía como, con cada inspiración, me costaba mucho más tomar el oxígeno necesario.Sin embargo, a pesar de la ausencia casi total de aire, me sentía más calmada. Sabía que quizá el hombre lobo estaba al otro lado de la puerta,pero me sentía protegida. Quizá tenía que quedarme allí, morir poco a poco, ahogada,dormida,tranquila. Sin dolor.Era mejor muerte que ser devorada viva por una bestia inmunda.

Me preguntaba si mi hermana o alguna de nuestras compañeras de trabajo había salido con vida de aquella pesadilla. ¿Cómo habían tenido la indecencia de sacrificarnos de aquella forma? Supuse que siempre había sido así. Los ricos no podían ser comida de licántropos. Nosotras éramos las pobres, prescindibles, inútiles. En el Titanic no había botes salvavidas para las señoras de la limpieza. Casi un siglo después, las cosas no eran demasiado diferentes, después de todo.

De repente oí una voz. Era humana. Un hombre joven llamaba. Y a mi me pareció que era un ángel enviado por dios en el momento más oportuno. Le dí las gracias secretamente al creador.

- ¡ Hola, hola ! ¿Hay alguien ahí? ¡Venimos a rescatarlas!

- ¡¡SII!!- Grité todo lo que pude.- Estoy aquí dentro, en la consigna.

- ¿Estás en esta?- Golpeó la caja.

- Sí, sí, en esta. Por favor, sácame de aquí. Me estoy quedando sin aire.

- Claro. ¿Sabes dónde está la llave?

- Sí. Está justo debajo de la puerta. ¿La encuentras?

- Aquí está. Ya la tengo, un momento.

Oí la llave dentro de la cerradura, y la puerta se abrió. La luz entró a raudales, de repente, y me hizo daño en los ojos, hasta que logré ver de nuevo. Me tendían la mano y yo la tomé, saliendo lentamente de la consigna, sintiendo cómo la sangre volvía a recorrer mis adormecidos y doloridos músculos.

Mi salvador era un oficial guapísimo, rubio y alto. Ya me había fijado en él cuando lo había visto en varias ocasiones,en cubierta,flirteando con jóvenes y ricas pasajeras. Resultaba increíblemente atractivo, vestido con su uniforme impecablemente limpio y bien planchado. Era sexy, y lo sabía.

- ¿Llevas mucho rato ahí dentro?

- No lo sé,perdí la noción del tiempo. ¿Habéis atrapado al hombre lobo?

- Digamos que ya no es un problema, no te preocupes ahora por eso. Escúchame atentamente. Quiero que vayas detrás de mí, y que me mires sólo a mí, y no a los lados. No apartes la vista de mi espalda ¿de acuerdo?

-¿Por qué?

-Porque lo que hay a nuestro alrededor no es demasiado bello de contemplar. No quiero que te traumatices. ¿De acuerdo?

- ¿Ha habido algúna superviviente? Mi hermana...

- Sólo tú. Lo siento.

No volvería a verla nunca más.

El oficial anduvo entre las cajas. Yo procuraba no apartar la vista de su nuca, pero a veces, por el rabillo del ojo, veía sangre,vísceras y trozos de carne roja imposibles de identificar. El licántropo se había puesto las botas aquella mañana.

Llegamos a una plataforma. Un ascensor de carga bastante grande, que permitía a las carretillas transportadoras subir y bajar los palets contenedores con comodidad a los muelles del puerto, y así poder cargar mercancías y provisiones necesarias al barco.

Mi nuevo amigo apretó los botones para subir el ascensor hasta arriba del todo, dejándonos a varios metros sobre el suelo. Desde allí ya no se veían trozos de carne y vísceras,pero sí grandes manchas rojas de sangre por todas partes.

- ¿Qué hacemos en este ascensor?

- Desde aquí arriba puedo ver si se acerca alguien. ¿No crees que sea buena idea?

- No, yo sólo quiero irme de aquí.

- Yo quiero, yo quiero...¿Y qué hay de lo que quiero yo?¿No cuento para nada, eh?-¿A que venía aquello, qué estaba pasando? Su respuesta no era coherente ni lógica.

- Antes dijiste “hemos venido a rescataros”. ¿Dónde están los demás?

- Tomando champán en alguna fiesta,supongo.- Contestó.- O en el casino gastando dinero a manos llenas. A ver cuándo te das cuenta, limpiadora. Eres prescindible. Al resto del mundo no le importas en absoluto. No van a venir a rescatarte, nadie vendrá. Sólo eres comida.

Entonces me dí cuenta. Sonreí. Habían vuelto a engañarme, pero aquella vez iba a ser la última. Ya no volverían a engañarme, nunca.

El oficial miraba hacia abajo, al gran charco de sangre. Su perfil era precioso, y su pelo brillaba como el trigo al sol. Sus ojos eran azules y profundos,como el mar que nos envolvía. Y sus rosados labios comenzaron a entonar una conocida cancioncilla infantil, tan popular pero a la vez tan siniestra, que para mí se había convertido en el sonido de la propia muerte.

¿Quién teme al lobo feroz,lobo feroz?



Si te ha gustado la historia y quieres leer más, sólo tienes que seguirme en mi página oficial de Facebook Gracia Muñoz Escritos. Ahí podrás encontrar otras historias además de ésta, noticias y mantenerte al tanto de mis publicaciones. Comparte!!!

LOS TOP TEN DE ESTE BLOG