UNA CRIATURA DE MEDIA NOCHE (1ª PARTE)

No suelo escribir historias románticas, pero creo que Una Criatura de la Media Noche lo es, sin llegar a resultar empalagosa y manteniendo ese toque de misterio. La ambientación tropical hace que vueles a playas exóticas caribeñas. Esta pequeña historia, que escribí hace muchos años, forma parte de mi humilde y pequeño librito "Historias de Terror". Espero que te guste.


-¿Qué voy a hacer esta noche?- Pensaba, sola en mi habitación.- Mirar por la ventana, como tantas otras, y sentir la brisa marina refrescando mi cara. Nada más. ¡Oh, Lusabe! ¿Dónde estás? Este pueblo es demasiado aburrido, sobre todo para mí, que soy una chica de ciudad...
   Habíamos llegado apenas hacía dos meses, mi familia y yo, a aquel pequeño pueblo de la costa caribeña. ¿Porqué mis padres decidieron nuestro traslado? Esta es una razón que desconozco. Nunca me lo han dicho, ni yo tampoco lo he preguntado. Simplemente la comunicación no es la fuente de nuestra relación familiar, si es que tenemos algo de familia. Nunca me preguntaron nada, ni contaron conmigo para otra cosa que fastidiarme. Ni mucho menos me informaron de que nos trasladábamos a vivir al otro lado del mundo. Así que, sin comerlo ni beberlo, un día me vi aquí.
No conocía a nadie de mi edad. La gente tenía unas costumbres rarísimas que yo no lograba comprender, y además, sentían una desconfianza terrible hacia los extranjeros.
   Lo primero que me impacto a mi llegada al pueblo fue la vista paradisíaca de sus tranquilas y cálidas aguas. Las playas estaban bañadas por un cristalino y calmado mar lleno de misterio. A lo lejos, la playa se confundía con la espesa selva. No sabía que había más allá. Nunca me atreví a adentrarme en la floresta. Era demasiado peligroso para mí. Podría toparme con toda clase de animales. ¡Con el pánico que le tengo a los insectos! Y, sin duda, me perdería entre aquel inmenso follaje, y la selva acabaría engulléndome, como hacía con todo.
   Lo segundo fue, como antes he comentado, la gente. Ni siquiera me saludaban cuando iba por la calle. Los chicos de mi edad me miraban de arriba a abajo, con cara de sorprendidos, pero nadie me decía ni una palabra. Sin duda ocultaban algo, algo bastante importante. Ni siquiera nuestros vecinos nos dieron la bienvenida, lo cual me resultó bastante extraño, incluso hoy.
Lo comenté con mi padre, pero él solamente me contestó que era normal.
-En los pueblos más pequeños todos son familia -me dijo- y es normal que se sientan amenazados por los extraños. Pero no te preocupes por eso. Poco a poco se acostumbrarán a nuestra presencia y nos aceptarán como ciudadanos de “El Salvador Alado”. Seguro que harás muchos amigos y serás muy feliz aquí.
-Era más feliz en casa. En mi país estaba todo lo que yo quería. Me gustaba. Y nos hemos venido a vivir aquí, al trasero del mundo...
Cuando quise darme cuenta, ya se había marchado. ¿Por qué siempre me haría lo mismo? Me dejaba siempre con la palabra en los labios, y cogía la puerta sin pararse a escuchar.
Pero, durante la primera semana de mi estancia en “El salvador alado”, ocurrió algo que cambiaría mi vida por completo. Cometí una locura de la cual no me arrepiento en absoluto. Si no llegara a ser por aquello que me pasó, yo no estaría viva en estos instantes. Fue todo tan extraño y a la vez tan maravilloso, que creo que mi vida entera gira en torno a lo que pasó aquel aciago día.
Fui con mi madre a comprar al mercadillo que ponía la gente del pueblo(a pesar de estar prohibida en éste la venta ambulante) para poder ganarse un dinerillo extra todos los domingos. Aquello, pensaba yo, sería lo único interesante que pasaba en aquel lugar los fines de semana.
Se hace muy difícil comprar si los vendedores no te hablan. Nos echaban en las bolsas los productos de peor calidad y nos cobraban el doble de precio que a los lugareños. Mi madre acababa deprimida y con ganas de llorar cada vez que íbamos a comprar. Pero teníamos que comer y aquella era la única forma de hacerlo. Recuerdo que aquella mañana me encontraba realmente furiosa porque una vieja nos había pedido un dineral por cuatro manzanas podridas.
-¡¡Estoy harta de este pueblucho de mierda!!-le exclamé a mi madre, creyendo que ella tenía la culpa de nuestra lamentable situación.
-Escucha hija- me contestó poniéndose la mano en la pálida y arrugada frente- me voy a casa. No me encuentro bien. - ¿Cómo que se encontraba mal si hacía un momento estaba perfectamente?
-Bueno mamá-le dije, calmando mi tono de voz- yo acabaré de comprar. Así aprovecharé para dar un paseo por el mercadillo.
-Vale, entonces me voy- rápidamente cogí todas las bolsas de la compra.-bueno, no os preocupéis si llego un poco tarde... Cuando quise darme cuenta mi madre ya estaba bastante lejos de mí, al otro lado de la calle.


Estuve dando vueltas por el mercado un buen rato, mirándolo todo pero sin ver nada interesante .La artesanía de “El salvador alado” consistía esencialmente en colgantes y talismanes ritualizados con supuestos poderes protectores contra los malos espíritus, vasijas de barro fabricadas a mano y jarapas de vivos colores.
Hacía también aquel día un calor agobiante y pegajoso. Las gotas de sudor me caían por la frente y aunque llevaba puesto un vestido de fina gasa ocre bastante ligero, lo único que conseguía es que se pegara como el velcro a mi húmeda piel.
Por aquella razón, cuando vi el puesto de los helados, no lo pensé dos veces. ¡Me apetecía tanto tomarme uno! Y aunque estaba a dieta para intentar rebajar esos kilitos de más que se niegan a desaparecer, no lo dudé. ¿Quién se iba a enterar?
   Cuando me acerqué al puesto, comprobé con desilusión que solamente tenían helado de fresa. Y cuando pregunté el precio de los helados, la mujer mayor del puesto, que se negaba a hablarme, como todo el mundo allí, me señaló un cartel con los precios. Me compré el más barato y le di un billete grande para que me cambiara. Ella no puso muy buena cara, pero lo que pensara me traía sin cuidado.
Mientras la dependienta me devolvía el cambio, sentí como una mano cálida y suave tomaba la mía. Giré volviendo la cara rápidamente, sorprendida.
Quien había tenido la desfachatez de cogerme de la mano era un joven, más o menos de mi edad. Él era alto y muy moreno de piel, parecía mulato. Sus ojos negros y brillantes me miraban descaradamente el escote. Era el chico más guapo que yo había visto en mi vida. Parecía uno de esos actores de las películas de Hollywood. Vestía con unos tejanos azules y estrechos de marca, y una camiseta blanca sin mangas que hacía resaltar sus bien formados músculos.
Quise desembarazarme de él, pero en cambio el joven asió mi mano con fuerza. ¿Que quería? No sé muy bien que loco impulso me llevaría a dejar de forcejear. Me abandoné a sus deseos y dejé de luchar para que me soltara. Él acarició en envés de mi mano con su pulgar suavemente, y sentí como un escalofrío me recorría de pies a cabeza.
   Aquel hombre me llevo con él, sin mediar palabra. De repente y sin saber porqué me vi andando sujetada por su mano a través del mercadillo. La gente susurraba a los demás en el oído cuando nos veían, y en las miradas de las muchachas jóvenes pude descubrir un odio celoso, una envidia que no podré olvidar. ¿Acaso nunca habían visto una pareja agarrada de la mano en aquel pueblo?
   Caminábamos calle arriba, hasta el barrio más marginal del pequeño pueblo. Me llevó hasta un callejón oscuro, en el cual, al lado derecho, había una vieja puerta de madera podrida y carcomida. Entramos por ella y nos hallamos en una minúscula habitación bellamente decorada. Estaba llena de velas. Un suave olor a cera perfumada quemada inundaba la estancia y la tenue luz móvil hacia, de vez en cuando, palidecer las sombras. Las velas, bien dispuestas en extraños candelabros de negro hierro forjado rodeaban un montón de trapos y cojines de colores, en los cuales podía adivinarse una deshecha cama.
El chico comenzó a besarme el cuello, y yo me reía porque me hacía cosquillas. ¿Qué me estaba pasando? ¿Por qué no podía reaccionar? Un desconocido me estaba besando y acariciando y yo no hacía nada para impedirlo. Simplemente no quería hacer nada. Sólo dejarme llevar.
Le cogí la cara con ambas manos y acerqué mis labios a los suyos. Al principio se sorprendió pero después me correspondió con un largo y apasionado beso.
  Después, sin saber cómo, ambos estábamos desnudos, sobre los cojines de colores. En aquel instante en el cual fui suya, en aquel preciso momento, supe que aquel era el hombre de mi vida. Aquel joven, al que ni siquiera conocía pero al que había entregado todo mi ser, mi virginidad, mi más preciado tesoro, era lo que yo anhelaba, lo que había buscado durante tanto tiempo.
   Él me poseyó; y a pesar de que sentí un fuerte dolor, un desgarramiento por dentro producido por la brusca penetración en mi intimidad de su enorme miembro, no quería que aquella sensación, la sensación de unión de nuestros cuerpos, convertirnos en un solo ser, acabara nunca. Cada caricia, cada beso suyo, me hacía estremecer. Y aquella primera vez, con mi amor, fue la experiencia más hermosa de mi vida.
   Terminé temblando, apoyando instintivamente el rostro en su duro y moreno pecho. Sentía su respiración entrecortada y su corazón latía rápidamente.
-Oigo tus latidos-le dije susurrando, mirando sus bellos e insinuantes ojos.
Él contestó dulcemente con una sonrisa:
-Menos mal, eso es buena señal. Todavía sigo vivo.-Tras estas palabras miró hacia arriba, absorto en sus pensamientos durante interminables segundos. Finalmente dijo:
-Aunque después de esto, creo que si me separara de ti no podría vivir mucho más tiempo.
-¿Por qué dices eso?- Exclamé poniéndome de rodillas-Pero si no me conoces, ni yo a ti. No sabemos ni nuestros respectivos nombres...
-Oh, eso es solamente un detalle sin importancia.- Se incorporó y me acarició la cara.
-Eres el hombre de mi vida.-le aseguré seriamente.
-Si, lo soy. Lo siento aquí dentro, en el corazón. Y si tú también lo has sentido, los dos no podemos estar equivocados.
-No nos equivocamos- puse mi mano sobre la suya-aunque el corazón está en el otro lado.
Volví a tumbarme junto a él, y a poner mi cara en su pecho. ¡Me tranquilizaba tanto sentir su fuerte respiración y su mano acariciando mi espalda! Me quedé profundamente dormida.


Dentro de unos días, la segunda parte.

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